Par une voix de majorité, le Congrès adopte un texte qui ne choisit pas

On remarquera que la révision constitutionnelle est significativement muette sur la responsabilité politique du président, pourtant incluse dans la lettre de mission du Comité « Balladur ». En revanche, elle n’hésite pas à ébaucher une responsabilité des magistrats en créant un recours ouvert directement aux particuliers devant le Conseil supérieur de la Magistrature.

Une américanisation rampante

Par ailleurs, outre la volonté affirmée de copier les temps forts du régime présidentiel des USA (message à la représentation nationale, audition par des commissions parlementaires des candidats à certaines nominations présidentielles, information sur les opérations militaires etc.), une disposition plus discrète, mais ô combien efficace !, instituerait de façon certaine un marchandage permanent sur les textes législatifs entre la présidence, les lobbies et quelques hommes influents du Parlement.

En effet la révision donne un pouvoir inédit aux présidents et rapporteurs des commissions parlementaires. Car elle pose que la discussion parlementaire s’ouvrira en séance publique non plus sur le texte initial du gouvernement, mais sur le texte déjà amendé par la commission. Sous couvert de modernisation du travail parlementaire, c’est une grave atteinte à la transparence démocratique, à la généralité et à la liberté du débat en séance. Avec l’affirmation solennelle d’un droit à l’amendement parlementaire et gouvernemental « bouclé » en commission, il y a là une véritable confiscation du débat au Parlement, au profit de quelques-uns de ses membres influents, qui pourront s’ériger en interlocuteurs privilégiés des pouvoirs publics et des puissances privées et régler par des négociations opaques les « problèmes » en amont.

Le retour à l’instabilité gouvernementale

Mais surtout, la révision constitutionnelle marque une véritable rupture avec un principe fondateur de la Vème République : l’incompatibilité des fonctions entre ministre et parlementaire devait obliger les parlementaires devenus ministres à céder leur siège au Parlement. Très discrètement, le texte proposé au Congrès crée par l’ajout d’un membre de phrase, les conditions du remplacement temporaire des parlementaires devenus ministres. Il devient donc possible qu’un ministre retrouve, à tout moment, son siège de parlementaire. On se souvient très bien de l’effet qu’avait cette possibilité sous la IIIème et la IVème Républiques : les ministres, à l’intérieur du gouvernement, demeuraient chefs ou membres influents de leur parti. A la moindre divergence un peu poussée, ils démissionnaient, créant une crise gouvernementale, et retournaient dans leur assemblée pour engager à voter contre la formation du nouveau gouvernement. Une telle disposition signe l’abandon de toute solidarité gouvernementale. La cible visée ici est claire : c’est le Premier ministre.

Le renvoi à des négociations opaques

Enfin, la loi constitutionnelle ne règle pas, en réalité, bon nombre d’équilibres entre pouvoirs publics qui ne résultent pas directement, dans le système normatif français, du texte même de la Constitution. Le régime constitutionnel actuel repose en effet sur des principes juridiques qui, pour des raisons historiques ou techniques, figurent dans des lois organiques ou même ordinaires. C’est le cas par exemple du cumul des mandats, du mode de scrutin, de la date de convocation des électeurs aux législatives suivant la présidentielle. Au lieu de constitutionnaliser ces principes fondamentaux, ce que le constituant aurait précisément eu le pouvoir de faire, de façon à les mettre hors de portée d’une majorité parlementaire de circonstance, la révision renvoie à l’adoption des lois nécessaires. Or, ni leur vote, ni leur formulation ne sont garantis à ce jour.

En résumé, l’effet principal de cette révision sera d’affaiblir certains pouvoirs publics au profit soit du Président de la République, soit de l’appareil du parti qui l’aura porté au pouvoir et de diluer l’appréciation de l’intérêt général dans l’élaboration législative, au profit d’intervenants multiples et de la prise en compte d’intérêts privés ou des carrières politiques personnelles.

Por casi un voto, el Congreso francés adopta un texto que no elige

¿Hacia una no-Constitución francesa ?

El proyecto de ley de revisión constitucional votado por el Congreso francés el 21 de julio de 2008 no elige entre el régimen parlamentario, en el cual el Gobierno es responsable ante el Parlamento, y el régimen presidencial, que exige una estricta separación de los poderes donde la Asamblea dispone del dominio total de su orden del día y no puede ser disuelta por el presidente.

Cabe destacar que esta revisión constitucional es significativamente muda acerca de la responsabilidad política del Presidente, que no obstante se incluye en la carta de misión del Comité consultivo al que se le había encomendado proponer un anteproyecto. En cambio, la misma revisión no duda en esbozar una responsabilidad de los magistrados al crear un recurso abierto directamente a los particulares ante el Consejo Superior de la Magistratura.

Una « americanización » rampante

Por otra parte, además de la voluntad expresa de copiar los momentos cruciales del régimen presidencial de los USA (mensaje a la representación nacional, audición de los candidatos a ciertas nominaciones presidenciales por parte de las comisiones presidenciales, información sobre las operaciones militares, etcétera), una disposición más discreta (pero oh, cuán eficaz) instituye de forma cierta un regateo permanente sobre los textos legislativos entre la presidencia, los lobbies y algunos hombres influyentes del Parlamento.

En efecto, la revisión da un poder inédito a los presidentes y a los relatores de las comisiones parlamentarias. Así, plantea que la discusión parlamentaria se abrirá en sesión pública ya no sobre el texto inicial del gobierno, sino sobre el texto ya enmendado por la comisión. Bajo una aparente modernización del trabajo parlamentario, se atenta gravemente contra la tradición francesa de transparencia democrática, contra la generalidad y la libertad del debate en sesión. Con la solemne afirmación de un derecho a la enmienda parlamentaria y gubernamental “armado” en comisión, se produce una verdadera confiscación del debate en el Parlamento para beneficio de algunos de sus miembros influyentes, que podrán erigirse como interlocutores privilegiados de los poderes públicos y de las potencias privadas, con el fin de “arreglar” mediante negociaciones poco transparentes los “problemas” anteriores.

Una vuelta a la inestabilidad gubernamental

Pero, sobre todo, la revisión constitucional marca una verdadera ruptura con un principio fundacional de la Quinta República : la incompatibilidad de funciones entre ministro y parlamentario debería obligar a los parlamentarios convertidos en ministros a ceder su banca en el Parlamento. Muy discretamente, el texto propuesto al Congreso francés crea, mediante el agregado de un miembro de oración, las condiciones para el reemplazo temporal de los parlamentarios convertidos en ministros. Por lo tanto, se hace posible que, en cualquier momento, un ministro recupere su banca de parlamentario. Recordamos perfectamente el efecto que esta posibilidad tenía bajo la Tercera y la Cuarta Repúblicas : dentro del gobierno, los ministros seguían siendo jefes o miembros influyentes de sus propios partidos. Y ante la más mínima divergencia algo pronunciada, estos renunciaban, creando una crisis gubernamental y volviendo a su asamblea para llamar a votar contra la formación del nuevo gobierno. Semejante disposición marca definitivamente el abandono de toda solidaridad gubernamental. En este caso, el blanco contra el que se apunta es claro : se trata del Primer Ministro.

Una remisión a negociaciones poco transparentes

Por último, la ley constitucional no soluciona, en realidad, un gran número de equilibrios entre poderes públicos que no resultan directamente, en el sistema normativo francés, del texto mismo de la Constitución. En efecto, el régimen constitucional actual se basa sobre principios jurídicos que, por razones históricas o técnicas, figuran en leyes orgánicas o incluso ordinarias. Este es el caso, por ejemplo, de la acumulación de mandatos, del modo de escrutinio y de la fecha de convocación de los electores a las legislativas que siguen a la elección presidencial. En lugar de constitucionalizar estos principios fundamentales, lo que el constituyente hubiera precisamente tenido el poder de hacer, para ponerlos fuera del alcance de una mayoría parlamentaria circunstancial, la revisión de la Constitución francesa remite a la adopción de las leyes necesarias. Ahora bien : hasta el día de la fecha no está garantizado que se las vote o se las formule…

En suma : el efecto principal de esta revisión será debilitar ciertos poderes públicos en beneficio ya sea del Presidente de la República o del aparato del partido que lo ha llevado al poder, así como diluir la apreciación del interés general en la elaboración legislativa, en beneficio de distintos participantes que intervendrán en el proceso, al igual que de la apreciación de intereses privados o de carreras políticas personales.